TEMA - 6
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
(1936-1939)
Los intentos renovadores de la República española
(1931-1936) se ahogaron con la Guerra Civil. Una guerra que encierra muchos conflictos
simultáneos, conflictos que enfrentan dictadura y democracia, revolución y contrarrevolución,
fascismo y
comunismo; una guerra que, al internacionalizarse, es
prólogo de la II Guerra Mundial y que, por cuestiones prácticas, vamos a dividir en dos
capítulos: la sublevación militar, las primeras acciones desarrollo de la guerra e internacionalización
del conflicto es el
primero; en el segundo, estudiamos la evolución política de
las dos zonas durante la guerra y las consecuencias de la misma.
1. LA SUBLEVACIÓN MILITAR. PRIMERAS ACCIONES, DESARROLLO DE LA GUERRA E INTERNACIONALIZACIÓN DEL CONFLICTO.
I. La sublevación militar.
Desde la victoria del Frente Popular en las elecciones, se
fueron configurando una serie de conspiraciones contra la República desde distintos
sectores. La más importante, en torno a Mola y otros generales, a los que se unieron
elementos civiles de la CEDA
(Serrano Súñer, Gil Robles), tradicionalistas del carlismo,
falangistas y alfonsinos. La historiografía reciente pone el foco sobre uno de estos
elementos poco conocidos hasta ahora: la importancia de los manejos monárquico-fascistas
contra la República. Una
amalgama que explica la dificultad de un objetivo final
común, más allá del derribo del gobierno de Frente Popular.
Los gobiernos de Azaña y Casares Quiroga no prestaron
suficiente atención a los rumores de insurrección, más allá de desplazar fuera de
Madrid a generales de dudosa lealtad a la República (Mola, Franco, Goded…) y aún en esto
no estuvieron especialmente
acertados. Tras varios retrasos sobre la fecha inicial
prevista (abril de 1936), la sublevación se inició en Melilla el 17 de julio y se
extendió por el Protectorado de Marruecos al tiempo que Franco volaba desde Canarias para
ponerse al frente del ejército
de África. El día 18 la sublevación se extendió por el
resto del territorio. Triunfó en la España interior conservadora, en Galicia y Andalucía
oriental, junto con algunas ciudades como Zaragoza, Sevilla y Oviedo. Fracasó en Madrid,
Cataluña, País Vasco, Levante,
Andalucía occidental y Castilla La Nueva.
El fracaso del golpe cristalizó en dos bandos con fuerzas
bastante equilibradas.
Los sublevados dominan unos 230.000 kilómetros cuadrados.
Militares conservadores, propietarios agrarios, monárquicos de derechas, católicos,
tradicionalistas… un conglomerado diverso que sólo permitía acuerdo en aspectos
muy generales en torno a la
defensa de la Iglesia, del orden, la integridad
territorial, la destrucción de la democracia…, pero no había acuerdo unánime sobre la forma
del nuevo régimen una vez destruida la República. Estaban en él la mayoría de los
militares profesionales, oficiales,
jefes y generales; contaba con el mejor ejército –Regulares
y Legión-; además, contaba con las milicias falangistas y requetés.
Por su parte, la República dominaba unos 270.000 km
cuadrados y contaba con el apoyo de las clases populares, organizaciones sindicales y
partidos socialistas, comunistas y hasta anarcosindicalistas. Sus principios eran la defensa
de la democracia, el pluralismo, la redistribución de la tierra y la concesión de
autogobierno. Desde el punto de vista militar, contaba con algunos miles de oficiales leales, con
160.000 soldados de tropa, con
mayoría de Aviación y Marina. Pronto se unieron las
milicias del Frente Popular, que dependían de partidos y sindicatos, pero contaban con
escasa preparación militar. En Cataluña y en el País Vasco, las fuerzas nacionalistas
apoyaron también a la República.
Tenía el control de las zonas más industrializadas y
urbanizadas, además de las reservas del Banco de España.
II. Desarrollo de la Guerra Civil.
Durante los casi tres años que duró, la Guerra Civil pasó
por varias etapas.
El avance hacia Madrid (julio de 1936-marzo del 1937) es el
objetivo inicial de los sublevados, en la doble creencia de que la capital
caería pronto y de que esa caída significaría el fin de la guerra. Pero el ataque de Mola
por el norte fue detenido en Guadarrama y Somosierra. Franco, en cambio, que atravesó el
Estrecho por el aire con ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista, avanzó con
rapidez a través de Andalucía occidental y Extremadura hacia la capital –tras la
simbólica liberación del Alcázar de Toledo- y se presentó en Madrid a principios de noviembre.
Ahora bien, la toma de la capital, de donde el gobierno republicano había salido para
instalarse en Valencia, no fue posible gracias la reorganización del ejército con el
gobierno de Largo Caballero y la llegada de material soviético.
El fracaso de la ofensiva sobre Madrid obligó a un cambio
de estrategia a los sublevados, que se vieron reforzados por la llegada de la
ayuda alemana -Legión Cóndore italiana –las CTV-. Las batallas del Jarama y
Guadalajara tenían como objetivo
estrangular la ciudad de Madrid, pero también fracasaron en
su empeño.
La guerra del Norte (marzo a noviembre de 1937) fue el
siguiente objetivo de los sublevados, que iniciaron una ofensiva en la primavera de
1937 sobre un frente dividido y aislado del resto de la República. La participación de la
Legión Cóndor, que inició con
la destrucción de Guernica el bombardeo de la población
civil, resultó decisiva.
Sucesivamente cayeron el País Vasco, Cantabria y,
finalmente, Asturias, sin que las batallas de Brunete y Belchite, que la República planificó
para distraer los ataques del norte, tuvieran el efecto esperado. Franco podía disponer
de la siderurgia vasca que había
quedado intacta en los ataques.
El avance hacia el Mediterráneo (finales de 1937-junio de
1938). Tras la pérdida del norte, el ejército republicano se reorganizó e integró
los cuadros procedentes de las milicias. Un ataque sobre Teruel pretendía tomar la ciudad
y dar la iniciativa a una República que hasta entonces sólo había tenido éxito en
acciones defensivas, pero nunca ofensivas. Aunque la ciudad se tomó inicialmente, un
inmediato contraataque de Franco la recuperó. Después, el ejército sublevado se dirigió
hacia el Mediterráneo y una vez alcanzó éste, en abril de 1938, la República quedó partida
en dos.
La Batalla del Ebro (julio de 1938 a febrero de 1939) fue
uno de los episodios de mayor envergadura militar de toda la guerra. La inició
un ataque republicano en julio de 1938, entre Mequinenza y Amposta. Tras la sorpresa
inicial que permitió cruzar el río
a los republicanos, el ejército franquista reaccionó con
rapidez y consiguió parar el ataque, primero, e iniciar la ofensiva, después. La República quemó
sus últimos cartuchos y, a partir de entonces, quedó en franca inferioridad
estratégica y de recursos. Luego, se inició la ofensiva sobre Cataluña, ofensiva que consiguió la caída
de Barcelona a finales de enero de 1939. Decenas de miles de exiliados cruzaron la
frontera por cualquier medio que les fue posible.
El final de la guerra se veía próximo tras la pérdida de
Cataluña. Sólo el presidente Juan Negrín y los comunistas creían aún en la
posibilidad de la resistencia a ultranza, sobre todo cuando ya Francia y Reino Unido
reconocieron al régimen de Franco
en el mes de febrero. En esa tesitura, una sublevación en
Madrid contra el gobierno republicano, dirigida por el coronel Casado, dio lugar a
una Junta de Defensa, con la vana esperanza de poder negociar una paz honrosa y sin
represalias. Pero Franco no acepta más que la rendición sin condiciones. El 28 de marzo, las
tropas entraron en Madrid y el 1 de abril Franco dio por finalizada la guerra.
III. La internacionalización del conflicto.
La guerra de
España fue percibida como un ensayo del enfrentamiento entre democracia,
fascismo y comunismo, a nivel
mundial. Por eso, a pesar de tratarse de un conflicto
interno, todo el mundo tomó partido ante dicho acontecimiento: gobiernos, opinión pública, intelectuales
y pensadores.
También por eso, la política de muchos gobiernos estuvo
motivada por el temor a que la guerra se exportara a Europa, ante el panorama
internacional tan complejo y tenso.
Gran Bretaña defendía una política de apaciguamiento ante
la Alemania nazi y advirtió a Francia que no apoyaría su política
internacional ante la amenaza de Hitler si intervenía en España. De ese modo, a pesar de las simpatías
del régimen francés, con un
gobierno también de Frente Popular, hacia su homólogo español,
se abstuvo de intervenir y firmó el Comité de No-Intervención. Este Comité se creó
en agosto de 1936, con sede en Londres. Fue firmado por 27 países, incluso por
Alemania, Italia y la URSS. En la
práctica, resultó injusto con la República, un régimen constitucional
y legítimo, que se vio privada del derecho a adquirir armas para defenderse de
una insurrección. Las ayudas al bando republicano provinieron en primer lugar de la
URSS, que envió armas (carros
y aviones), asesores militares y consejeros políticos, que
tuvieron una papel destacado en la guerra. Una ayuda que se pagó a cargo de las reservas de
oro del Banco de España que
el gobierno de Largo Caballero envió a Moscú, ante la falta
de apoyo de las democracias liberales. En menor cuantía, también recibió ayuda de
México.
A las ayudas estatales, habría que añadir la presencia de
las Brigadas Internacionales. Combatientes voluntarios, comunistas en su
mayoría, de decenas de países que acudieron en auxilio de la República. Unos
40.000 hombres que tuvieron un destacado papel en la defensa de Madrid y en la Batalla de
Guadalajara, entre otros
hechos. Fueron licenciadas tras la batalla del Ebro.
Los sublevados se vieron mucho más favorecidos por el apoyo
exterior, pues la ayuda alemana e italiana, que no dejó de llegar durante
todo el tiempo que duró la guerra,
fue decisiva. Alemania proporcionó material militar
abundante (artillería, carros de combate), asesores militares y, sobre todo, la Legión
Cóndor, que ensayaría en España sus ataques de la II Guerra Mundial. Su bombardeo de
Guernica, en abril de 1937, se
convirtió en símbolo de la barbarie de la guerra. Italia,
por su parte, contribuyó con material bélico y con tropas (CTV) de fascistas italianos,
al mando del general Roatta, y participaron en acciones importantes con éxito desigual,
como la toma de Málaga o la
batalla de Guadalajara. Portugal también tomó partido
decidido por los sublevados, permitió el uso de sus puertos como puntos de
aprovisionamiento y envió un cuerpo de
tropas, los Viriatos. El ejército de regulares marroquíes
no puede considerarse como ayuda extrajera, puesto que pertenecían al protectorado
español.
2. LA GUERRA CIVIL: LA EVOLUCIÓN POLÍTICA EN LAS DOS ZONAS
Y SUS CONSECUENCIAS.
I. Evolución en la zona republicana.
El golpe de Estado produjo una desestructuración del Estado
republicano y la disolución del poder en manos de los comités locales y el
gobierno se vio incapaz de recomponer el orden durante las primeras semanas de la
guerra.
Tras el fracaso de la opción negociadora encabezada por
Martínez Barrios, se optó por un gobierno formado por republicanos de izquierda
y presidido por Giral.
Un gobierno que se vio desbordado desde el principio,
incapaz de imponerse, que reconoció la Milicia voluntaria y la revolución colectivista
en Cataluña, Aragón, La Mancha y Andalucía. Del mismo modo, se vio impotente para
detener la represión
espontánea que se desencadenó contra los llamados
facciosos.
La marcha negativa de la guerra obligó a buscar un gobierno
con más amplia participación y Francisco Largo Caballero parecía la
solución adecuada para el restablecimiento de los poderes del Estado, por su
ascendencia sobre la clase obrera. Su
gobierno, de septiembre de 1936 a mayo de 1937, estaba
integrado por republicanos, socialistas, comunistas, sindicalistas e incluso, hecho
insólito en la historia, anarcosindicalistas. Largo Caballero se propuso la
reconstrucción del Estado sobre las bases de la militarización de las milicias, con la creación
el ejército popular y la creación de brigadas mixtas, estableciendo reformas sociales y la
legalización de las colectivizaciones. Pero tuvo que hacer frente a la
oposición de los comunistas. El enfrentamiento, en el mes de mayo de 1937, en Barcelona
entre los comunistas y los partidos republicanos que controlaban la Generalitat, por
un lado, y los trotskistas del POUM y anarcosindicalistas de la CN y la FAI, por otro
lado, provocaron la caída de Largo Caballero.
Se constituyó un nuevo gobierno presidido por Juan Negrín,
en el que desaparecieron los ministros sindicalistas y aumentaron su
influencia los comunistas.
Negrín, que era partidario de una política de resistencia a
ultranza, llevó a cabo una ofensiva diplomática para conseguir el reconocimiento de la
República como único poder legítimo en España. Su programa de gobierno –los Trece
Puntos- para acabar con la guerra era ambicioso, confiando en que el complicado
panorama internacional jugaría a su favor, hacía referencia a la consolidación del ejército
regular, la centralización del
poder y el orden público; una política de resistencia a
ultranza en el aspecto militar; la independencia de España y la República. Pero el Pacto de
Munich, en septiembre de 1938, que parecía alejar la guerra de Europa, supuso un duro
golpe para las esperanzas del
gobierno republicano. Tras la batalla del Ebro, Negrín
rebajó sus exigencias a tres `puntos: salida de las tropas extranjeras, ausencia de
represalias y régimen democrático.
La conspiración de Casado en Madrid y el reconocimiento de
Franco por Inglaterra y Francia, en febrero de 1929, fueron el final ya comentado II Evolución política de los sublevados: creación de un
Estado totalitario.
Tampoco entre los sublevados había un proyecto común, más
allá de aniquilar la República. Pero la supremacía del ejército, que se
sobrepuso a las distintas opciones ideológicas, sirvió como elemento catalizador. Fue el
ejército quien organizó el nuevo Estado.
La muerte del general Sanjurjo dejó el movimiento sin una
dirección visible. La primera medida fue la creación de una Junta de Defensa
Nacional formada por los generales y presidida `por el de mayor antigüedad
-Cabanellas-. La Junta puede ser considerada como el embrión de un nuevo Estado y tomó las
primeras medidas: supresión de la constitución, prohibición de los partidos políticos y
derogación de la Ley de Reforma Agraria.
Los éxitos iniciales de Franco y su habilidad política le
permitieron hacerse con el control del nuevo Estado. El 1 de octubre fue nombrado
Jefe del Gobierno de Estado y Generalísimo de los Ejércitos. Se estableció una Junta
Técnica, con sede en Burgos. En
abril de 1937 se promulgó el Decreto de Unificación, que
pretendía institucionalizar un modelo de Estado inspirado en el fascismo italiano, de
Partido Único, con un jefe con plenos poderes. El Partido era una amalgama de los grupos
ideológicos que habían apoyado la sublevación: Falange Española Tradicionalista y
de las JONS.
En enero de 1938 culminó el proceso de institucionalización
del Estado franquista con la aprobación del primer gobierno en el que Franco
concentraba la jefatura del Estado y la Presidencia del Gobierno, con el título de Caudillo de
España. En ese primer gobierno estaban ya presentes las tres fuerzas que, con distinto
peso según los momentos, permanecerían a lo largo de todo el régimen: Ejército,
Falange e Iglesia. Poco después, en marzo, promulgó el Fuero del Trabajo, la primera de las
leyes fundamentales del régimen, inspirada en la legislación fascista italiana, que
sentó las bases de la organización corporativa del Estado y del sindicalismo
vertical. La huelga quedaba prohibida. La legislación posterior reafirmó el control
ideológico del régimen, con las leyes de Imprenta y de Prensa; la preeminencia de la
Iglesia -se derogó el matrimonio civil y el divorcio, se estableció el culto religioso en la
enseñanza y el ejército, la retribución estatal del clero-. Finalmente, la Ley de
Responsabilidades Políticas consagró
la represión de los vencidos.
III. Consecuencias de la Guerra.
La guerra civil fue una guerra total en la que la capacidad
destructiva del armamento empleado y los recursos movilizados fueron
considerables. No llegaron a alcanzarse los niveles que se dieron poco después, durante
la Segunda Guerra Mundial, pero se había producido un gran salto cualitativo con
relación a los conflictos bélicos en los que España había participado anteriormente.
Consecuencias demográficas. El desarrollo de la contienda
causó estragos inmensos en la vida de los españoles. Una verdadera sangría
demográfica, difícil de evaluar con exactitud, tuvo lugar durante la guerra. Esta
sangría demográfica influyó más
tarde en la caída de la natalidad.
Los estudios más rigurosos elevan las muertes en los
frentes en una cantidad que se sitúa en torno a las 150.000 bajas. La represión de los
dos bandos se cobró otras 140.000 víctimas, aproximadamente, a las que habría que
sumar tal vez 50.000 más que fueron ejecutadas entre 1939 y 1945.
Medio millón de personas salió para el exilio (aunque una
parte de las mismas regresaron después). Se marcharon bastantes de los mejores
intelectuales y científicos de España del momento. Algunos partieron porque no pudieron
mantener una postura equidistante entre los contendientes (Ortega, Falla,
Marañón…). En términos culturales y científicos, España, pasó, sin solución de continuidad,
de su edad de plata a ser un páramo yermo.
No pocos funcionarios fueron depurados; entre ellos, los
maestros y los profesores se vieron especialmente afectados. La represión
estuvo presente en la vida cotidiana. El simple hecho de no manifestar una actitud de
fervorosa adhesión al régimen
podía desatar una grave persecución. Los vencidos vivieron
un ambiente de gran incertidumbre. Su propio pasado les atenazaba. En Cataluña
y el País Vasco la represión se dirigió también a destruir los elementos centrales de
sus propias culturas y, por ello, se prohibió el uso público del catalán y del euskera.
Directamente afectados se vieron más de 400.000 españoles
que fueron heridos en las operaciones militares y otros 300.000 prisioneros de
guerra en las cárceles franquistas hasta 1945. Todo este drama humano marcó
moralmente a la sociedad de la
posguerra y dificultó la reconciliación entre los
vencedores y los vencidos.
En el terreno económico, la guerra civil tendrá también
efectos desastrosos.
España se quedaba sin más de medio millón de hombres y
mujeres laboralmente activos.
Se destruyeron total o parcialmente unas quinientas mil
viviendas y quedaron inservibles la mitad del material ferroviario y un tercio de la marina
mercante. Una tercera parte de la ganadería desapareció. La agricultura y la industria
de algunas zonas sufrieron devastaciones muy apreciables. En conjunto, la guerra civil
había supuesto pérdidas económicas por valor de 35.000 millones de pesetas de 1935.
España retrocedió en su nivel de desarrollo y hasta bien entrada la década de los
cincuenta no alcanzó el nivel prebélico.
Las consecuencias también se extendieron, por supuesto, al
plano político. El franquismo parecía una dictadura más anticuada y
tradicional que las establecidas por Hitler y Mussolini. Pero Franco permaneció en el poder
durante casi cuarenta años. Uno
de los periodos de gobierno autoritario más largos de la
Europa occidental. Cuarenta años sin libertades, de dictadura y de represión. Cuatro décadas
en las que España siguió un
camino diametralmente apartado de la orientación
democrática que habrían de tomar los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial.
TEXTOS
PROCLAMACIÓN DEL GENERAL MOLA (5-VI-1936).
Tan pronto tenga éxito el movimiento nacional, se
constituirá un Directorio, que lo integrará un presidente y cuatro vocales militares [...]
El Directorio ejercerá el Poder
con toda su amplitud; tendrá la iniciativa de los
Decretos-Leyes que se dicten [...]
Los primeros Decretos-Leyes serán los siguientes:
a) Supresión de la Constitución de 1931.
b) Cese del presidente de la República y miembros del
gobierno.
c) Atribuirse todos los poderes del Estado [...]
d) Defensa de la Dictadura Republicana [...]
e) Derogación de las Leyes y Reglamentos y disposiciones
que no estén de
acuerdo con el nuevo sistema orgánico del Estado [...]
h) Restablecimiento de la pena de muerte en los delitos
contra las personas [...]
Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo
violenta para reducir lo
antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado.
Desde luego serán encarcelados
todos los directivos de los partidos políticos, sociedades
y sindicatos no afectos al
movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos
individuos para estrangular los
movimientos de rebeldía o huelgas.
Conquistado el poder instaurará una militar que tenga por
misión inmediata
restablecer el orden público, imponer el imperio de la ley
y reforzar convenientemente al
ejército, para consolidar la situación de hecho que pasará
a ser de derecho.
Madrid, 5 de junio de 1936. El Director.
LOS 13 PUNTOS DE NEGRÍN
Presentados el 30 de abril de 1937, antes de acceder a la
jefatura de Gobierno, y
rechazados por Franco, que solo aceptaba la rendición
incondicional.
1. Asegurar la independencia absoluta y la integridad total
de España. Una
España totalmente libre de toda injerencia extrajera, sea
cual sea su carácter y origen, con
su territorio peninsular e insular y sus posesiones
intactas, y a salvo de cualquier tentativa
de desmembramiento, enajenación o hipoteca, conservando las
zonas de protectorado
asignadas a España por los convenios internacionales
mientras estos convenios no sean
modificados con su intervención y asentamiento.
Consecuentemente, anejos a su tradición
e historia, España estrechará con los demás países de sus
hablas los vínculos que imponen
una común raíz y el sentido de la universalidad que siempre
ha caracterizado a nuestro
pueblo.
2. La liberación de nuestro territorio de las fuerzas
militares extranjeras que
lo han invadido, así como de aquellos elementos que han
acudido a España después de
julio de 1936 y, con el pretexto de una colaboración
técnica, intervienen o intentan
dominar en provecho propio la ida jurídica y económica
española.
3. República popular representada por un Estado vigorosa
que se asiente
sobre principios de pura democracia y ejerza su acción a
través de un Gobierno dotado de
la plena autoridad que confiere el voto ciudadano emitido
por sufragio universal y que
sea el símbolo de un Poder Ejecutivo firme, dependiendo en
todo tiempo de las directrices
y designios que marque el pueblo español.
4. La estructuración jurídica y social de la República será
obra de la voluntad
nacional libremente expresada, mediante un plebiscito que
tendrá lugar tan pronto termine
la lucha, realizado con plenitud de garantías, sin
restricciones ni limitaciones, y
asegurando a cuantos en él tomen parte contra toda posible
represalia.
5. Respecto a las libertades regionales sin menoscabo de la
unidad española.
Protección y fomento al desarrollo de la personalidad y
particularidades de los distintos
pueblos que integran España como lo imponen un derecho y un
hecho histórico, lo que
lejos de significar una disgregación de la Nación,
constituye la mejor soldadura entre los
elementos que la integran.
6. El Estado español garantiza la plenitud de los derechos
al ciudadano en la
vida civil y social, la libertad de conciencia, y asegurará
el libre ejercicio de las creencias
y prácticas religiosas.
7. El Estado garantizará la propiedad legal y legítimamente
adquirida, dentro
de los límites que impongan el supremo interés nacional y
la protección a los elementos
productores. Sin merma de la iniciativa individual impedirá
que la acumulación de
riqueza pueda contribuir a la explotación del ciudadano y
sojuzgue a la colectividad,
desvirtuando la acción controladora del Estado en la vida
económica y social. A este fin
se impulsará el desarrollo de la pequeña propiedad, se
garantizará el patrimonio familiar
y se estimularán todas las medidas que lleven a un
mejoramiento económico, moral y
racial de las clases productoras. La propiedad y los
intereses legítimos de los extranjeros
que no hayan ayudado a la rebelión, serán respetados y se
examinarán con miras a las
indemnizaciones que correspondan a los perjuicios
involuntariamente causados en el
curso de la guerra. Para el estudio de estos daños, el
Gobierno de la República creó ya la
Comisión de Reclamaciones Extranjeras.
8. Profunda reforma agraria que liquide la vieja
aristocrática propiedad
semifeudal que, carente de sentido humano, nacional y
patriótico, ha sido siempre el
mayor obstáculo para el desarrollo de las grandes
posibilidades del país. Asentamiento de
la nueva España sobre una amplia y sólida democracia
campesina dueña de la tierra que
trabaja.
9. El Estado garantizará los derechos del trabajador a
través de una
legislación social avanzada, de acuerdo con las necesidades
específicas de la vida y de la
economía españolas.
10. Será preocupación primordial y básica del Estado el
mejoramiento
cultural, físico y moral de la raza.
11. El Ejército español al servicio de la nación misma,
estará libre de toda
hegemonía o tendencia de partido, y el pueblo ha de ver en
él el instrumento seguro para
la defensa de sus libertades y de su independencia.
12. El Estado español se reafirma en la doctrina
constitucional de renuncia a
la guerra como instrumento de política nacional. España,
fiel a los pactos y tratados
apoyará la política simbolizada en la Sociedad de Naciones,
que ha de seguir siendo su
norma; reivindica y mantiene los derechos propios del
Estado español y reclama, como
potencia mediterránea, un puesto en el concierto de las
naciones dispuestas siempre a
colaborar en el afianzamiento de la seguridad colectiva y
en la defensa general de la paz.
Para contribuir de una manera eficaz a esta política,
España desarrollará e intensificará
todas sus posibilidades de defensa.
13. Amplia amnistía para todos los españoles que quieran
cooperar en la
inmensa labor de reconstrucción y engrandecimiento de España.
Después de una lucha
cruenta como la que ensangrienta nuestra tierra, en la que
han surgido las viejas virtudes
del heroísmo e idealidad de la raza, cometerá un delito de
alta traición a la patria aquel
que no reprima y ahogue toda idea de venganza y represalia;
en aras de una acción común
de sacrificios y trabajos que por el porvenir de España
estamos obligados a realizar todos
sus hijos.
Fuente: Álvarez, Santiago (1994): Negrín, personalidad
histórica, Madrid,
Ediciones de la Torre, pp. 127-127)
PAZ, PIEDAD Y PERDÓN.
Discurso de Manuel Azaña, presidente de la República, en el
Ayuntamiento
de Barcelona, el 18 de julio de 1938, en el que desgrana
los puntos que
consideraba esenciales de la guerra.
La guerra civil está agotada en sus móviles porque ha dado
exactamente todo lo
contrario de lo que se proponían sacar de ella, y ya a
nadie le puede caber duda de que la
guerra actual no es una guerra contra el Gobierno, ni una
guerra contra los gobiernos
republicanos, ni siquiera una guerra contra un sistema
político: es una guerra contra la
nación española entera [...] La reconstrucción de España
será , una tarea aplastante,
gigantesca, que no se podrá fiar al genio personal de
nadie, ni siquiera de un corto número
de personas o de técnicos; tendrá que ser obra de la
colmena española en su conjunto,
cuando reine la paz, una paz que no podrá ser más que una
paz española y una paz
nacional, una paz de hombres libres [...] Este fenómeno
profundo, que se da en todas las
guerras, me impide a mí hablar del porvenir de España en el
orden político y en el orden
moral, porque es un profundo misterio, en este país de las
sorpresas y de las reacciones
inesperadas, lo que podrá resultar el día en que los
españoles, en paz, se pongan a
considerar lo que han hecho durante la guerra. Yo creo que
si de esta acumulación de
males ha de salir el mejor bien posible, será con este
espíritu, y desventurado el que no lo
entienda así. No voy a aplicar a este drama español la
simplísima doctrina del adagio de
que “no hay mal que por bien no venga”. No es verdad. Pero
es obligación moral, sobre
todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como
nosotros queremos que se acabe,
sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor
bien posible, y cuando la
antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras
generaciones, que les hierva la
sangre iracunda y otra vez el genio español vuelva a
enfurecerse con la intolerancia y con
el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los
muertos y que escuchen su
lección: la de esos hombres que han caído magníficamente
por una ideal grandioso y que
ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio,
ya no tienen rencor, y nos envían,
con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de
una estrella, el mensaje de la
patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, piedad,
perdón.
Fuente: Manuel Azaña, Discursos políticos, edición a cargo
de Santos Juliá,
Crítica. Barcelona, 2003, pp. 489-494.
LEY DE RESPONSABILIDADES POLÍTICAS.
El 9 de febrero, poco antes de finalizar la guerra, se
promulgó la Ley de
Responsabilidades Políticas, que sancionaba con carácter
retrospectivo toda actividad
política desacorde con el nuevo régimen.
Artículo 4º. (…) Quedan incursos en la responsabilidad
política y sujetos a las
sanciones que les impongan en los procedimientos que contra
ellos se sigan, las personas
individuales que se hallen comprendidas en alguno de los
casos o supuestos siguientes:
a) Haber sido o ser condenado por la jurisdicción militar
por alguno de los delitos
de rebelión, adhesión, auxilio, provocación, inducción o
excitación a la misma, o por los
de traición en virtud de causa criminal seguida con motivo
del Glorioso Movimiento
Nacional.
b) Haber desempeñado cargos directivos en los partidos,
agrupaciones y
asociaciones a que alcanza la declaración del artículo 2º,
así como haber ostentado la
representación de los mismos en cualquier clase de
corporaciones y organismos, tanto
públicos como privados.
c) Haber figurado, en virtud de inscripción efectuada antes
del dieciocho de julio
de mil novecientos treinta y seis, y mantenida hasta esta
fecha, como afiliado de los
partidos, agrupaciones y asociaciones a que se refiere el
apartado anterior, excepción
hecha de los simples afiliados a organismo sindicales.
d) Haber desempeñado cargos o misiones de carácter político
o administrativo de
índole civil y calificada por nombramiento del Gobierno del
Frente Popular, con
retribución o sin ella (…).
(…)
f) Haber convocado las elecciones para Diputados a Cortes
del año mil
novecientos treinta y seis; formado parte del Gobierno que
las presidió o desempeñado
altos cargos con el mismo, o haber sido candidato del
Gobierno, o candidato, apoderado
o interventor de cualquiera de los partidos del Frente
Popular y de sus aliados o adheridos
en ellas; o haber sido compromisarios de tales partidos
para la elección de Presidente de
la República en el propio año.
g) Los Diputados que en el Parlamento de mil novecientos
treinta y seis,
traicionando a sus electores, hayan contribuido, por acción
o abstención, a la implantación
del Frente Popular y de sus programas.
h) Pertenecer o haber pertenecido a la Masonería, con
excepción solamente de los
que hayan salido de la secta antes del diez y ocho de julio
de mil novecientos treinta y
seis por baja voluntaria por haber roto explícitamente con
ella o por expulsión de la misma
fundada en haber actuado en contra de los principios en que
se inspira o los fines que
persigue.
i) Haber intervenido desde el dieciocho de julio de mil
novecientos treinta y seis,
salvo casos de justificación muy calificada, en tribunales
u organismos de cualquier
orden, encargados de juzgar a personas por el solo hecho de
ser adictas al movimiento
Nacional, o el haber sido los denunciantes de éstas o
interviniendo en la incautación de
sus bienes a no ser que lo hayan verificado
obligatoriamente en virtud de las funciones
que le están asignadas por razón de su cargo y sin
iniciativa por su parte.
(…)
l) Haberse opuesto de manera activa al Movimiento Nacional.
(…)
n) Haber salido de la zona roja después del Movimiento y
permanecido en el
extranjero más de dos meses, retrasando indebidamente su
entrada en territorio nacional
(…)
q) Haber adoptado en el desempeño del cargo de presidentes,
consejeros o
gerentes de Sociedades y Compañías, de manera voluntaria y
libre, acuerdos de ayuda
económica al Frente Popular o a partidos o entidades
incluidos en el artículo segundo, o
para propaganda, o para empresas periodísticas de dicho
ideario, o para los gastos
electorales de las elecciones de mil novecientos treinta y
seis, o para los Gobiernos rojos,
o rojo-separatistas.
Fuente: CASANOVA, Julián (2007): República y guerra civil,
Barcelona, Crítica
pp. 492-497.
Bibliografía
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